MACHICO

(A la memoria de un infeliz del pueblo de Camajuaní)

Fue en los años cincuenta, época de mi infancia,

en la que a muchos personajes de mi pueblo conocí,                         

y quiero para recordarlos, traer aquí,

a uno que tenía por seudónimo Machico,

que a los saludos respondía gentil, ¡que hay chico!,

moviendo la cabeza con aire de cierta elegancia.

Machico, era negro, mediano, más bien delgado,

y se vestía generalmente de diferentes maneras,

unas veces de camisa larga, saco, o de guayabera,

que si bien no era similar a la de otros de su sociedad,

le hacía relucir desde dentro, su sencillez, su humildad,

y un vocablo muy fino de un hombre bien educado.

Era de esas personas que se conocen por la mirada,

una vista sostenida, cordial, noble y transparente,

que tal vez por ese motivo le instigaba a la gente,

entablar conversación con aquel hombre menudo,

que al andar por las calles siempre simulaba apuro,

porque mantenía constante su marcha aligerada.

Me contó un señor que sus secretos conocía,

que todos sus deterioros se lo debía a una mujer,

que lo quiso convencer para a su lado atraer,

pero al ratificar que sus intenciones fueron en vano,

lo embrujó y condenó al mayor estado de abandono,

que el inolvidable Machico por lo visto no se merecía.

Siempre será un buen día para que todos recordemos,

El momento triste en que nuestro personaje falleció,

La cultura del pueblo con él se enriqueció,

porque su historia representó una época sombría,

dentro de su choza de cartón, oscura, húmeda y fría,

que tendrán tanto valor cuanto mejor la apreciemos.

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